Redactado: Enero de 1966.
Primera publicación: Semanario Voz Proletaria,
No. 110, Febrero 3 de 1966, págs.
9-11.
Fuente de esta transcripción: Grupo de
Investigación Histórica del Partido Comunista de Colombia, Forjando el
camino: El PCC a través de sus Congresos (Editorial Teoría y Práxis, 2023), págs.
235-250.
Esta edición: Marxists Internet Archive, julio 2025.
El siguiente es el texto de la Resolución Política aprobada por unanimidad por el décimo Congreso del Partido Comunista de Colombia.
Actualmente —en la época de la lucha de dos sistemas diametralmente opuestos, de las revoluciones socialistas y de las revoluciones de liberación nacional, de la liquidación del colonialismo y de la declinación del imperialismo— la situación internacional se caracteriza principalmente porque, de una parle, los países socialistas, con la Unión Soviética en primer término, avanzan en la construcción del comunismo y del socialismo, en diversos grados, pero en una línea general ascendente; y de otra parte, porque se acentúa el aislamiento del imperialismo yanqui, enemigo principal de los pueblos de América Latina y amenaza permanente para la paz del mundo.
Al mismo tiempo, buscando salida a profundas contradicciones, el imperialismo yanqui aumenta su agresividad y se compromete cada vez en una política de intervención militar contra los pueblos que luchan por su independencia en Asia, África y América Latina. Pero esa Política intervencionista suscita la resistencia, cada día más amplia y elevada, de los pueblos agredidos, que se expresa en grandes acciones de masas y en crecientes luchas armadas. Para hacer retroceder a los imperialistas yanquis en sus planes hegemónicos, para preservar la paz mundial y asegurar la independencia de los pueblos es indispensable actuar por la alianza de las tres grandes fuerzas antimperialistas de nuestra época: los países del campo socialista, el movimiento de liberación nacional y el movimiento obrero de los países capitalistas.
La Conferencia Tricontinental de solidaridad de los pueblos de Asia, África y América Latina demostró la importancia que tiene procurar la unidad de las fuerzas antimperialistas, cuya desunión favorece únicamente a los opresores imperialistas de los pueblos.
El imperialismo yanqui utiliza diversas tácticas para contener el ascenso histórico de los pueblos de América Latina, que se inspiran en el ejemplo luminoso de la revolución cubana.
Una de esas tácticas se propone mantener la dominación imperialista yanqui, utilizando la fachada de la “democracia representativa” a través de la colaboración con sectores de la gran burguesía (además de los sectores latifundistas tradicionales) que dependen de la llamada ayuda financiera norteamericana. Otra táctica es la que fomenta los golpes militares y los gobiernos de fuerza y que interviene en forma descarada en la República Dominicana y de manera creciente por medio de sus misiones militares, en la financiación de “operaciones de aniquilamiento” y del “préstamo” de armamentos, contra el movimiento de liberación nacional de países como Venezuela, Colombia Guatemala y Perú.
Esas tendencias actúan a veces en forma combinada en algunos países, como ha venido sucediendo precisamente en Colombia. Pero es un hecho que la táctica agresiva e intervencionista es cada vez más utilizada por las esferas dirigentes de los Estados Unidos.
La llamada “alianza para el progreso” ha demostrado esencialmente su fracaso porque no puede dar salida a la crisis económica, social y política de los países de América Latina, sino que aumenta aún más su dependencia respecto al imperialismo yanqui.
La tendencia agresiva, intervencionista, si logra hacer retroceder temporalmente el proceso democrático y patriótico en algunos países latinoamericanos, profundiza a la vez todas las contradicciones económicas, sociales y políticas y plantea la perspectiva de luchas cada vez más ampliaS y elevadas por la liberación nacional.
El imperialismo yanqui pretende anular completamente los principios de no intervención y libre determinación por los que han batallado los pueblos latinoamericanos y presiona por la formación de una fuerza armada interamericana permanente como instrumento para supuestas “intervenciones colectivas” con la colaboración de los gobiernos reaccionarios y de los estados mayores militares de América Latina. Semejante “fuerza armada interamericana” sería el instrumento para la intervención imperialista yanqui contra Cuba y contra todos los pueblos latinoamericanos que avancen por el camino de su independencia nacional. La completa derrota de semejante proyecto intervencionista es una de las tareas de esta época, que exige la colaboración fraternal y la coordinación gradual de las luchas emancipadoras de los pueblos latinoamericanos.
El imperialismo yanqui Se ha propuesto aislar al heroico pueblo cubano que liberado y dueño de sus propios destinos construye la primera sociedad socialista en América -de los pueblos latinoamericanos-. Derrotar ese infame bloqueo e impulsar la solidaridad con la revolución cubana es una tarea de honor y una manera efectiva de contribuir a nuestro propio proceso de liberación. "Al desarrollar la solidaridad con la revolución cubana, las organizaciones, personalidades y partidos que la practican, no solo cumplen un deber internacionalista y latinoamericanista, sino defienden al mismo tiempo sus propios intereses, las libertades, la dignidad y el porvenir de sus propios pueblos”, dijo justamente la Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina de 1964.
Al mismo tiempo, como el primero de nuestros deberes internacionalistas, debemos desplegar una solidaridad cada día más vigorosa con todos los pueblos agredidos por el imperialismo yanqui, como el Vietnam y la República Dominicana y practicar una política de colaboración, hermandad de lucha con los pueblos latinoamericanos.
El apoyo al heroico pueblo de Vietnam, objeto de la más brutal intervención imperialista yanqui, es tarea internacionalista de primera línea y manera eficaz de contribuir a la defensa de la paz mundial.
La campaña por la paz mundial, contra las intervenciones imperialistas y contra los preparativos del imperialismo yanqui para una guerra mundial termonuclear, tiene que ser parte integrante de todas las luchas patrióticas y populares. La campaña permanente por la paz mundial, que debe basarse en las organizaciones de masas y en los movimientos populares, tiene que ser ligada sistemáticamente a la lucha contra la militarización del país.
Si el imperialismo yanqui, pese a su aislamiento creciente, se muestra inclinado a las aventuras agresivas y a la intervención militar contra pueblos, ello no se debe a cambios en su favor de la correlación de fuerzas, sino al transitorio debilitamiento de la unidad de los socialistas y a las divergencias en el movimiento comunista internacional.
Estas divergencias tienen causas objetivas y subjetivas, que convendría debatir dentro de las normas leninistas. Pero, llevadas al terreno de la estridente polémica publica, en la que se utilizan sistemáticamente las tergiversaciones y las calumnias, como lo han hecho dirigentes del partido comunista de China y sus seguidores incondicionales hacen daño al movimiento comunista internacional, alimentan las campañas anticomunistas y estimulan la agresividad del imperialismo yanqui.
Desde su noveno congreso, el partido comunista de Colombia tomó una clara y honesta posición ideológica sobre los temas originales de esas divergencias: la lucha por la paz y por la coexistencia pacífica entre Estados de diferentes sistemas sociales: la posibilidad de evitar la guerra mundial en la nueva correlación de fuerzas de nuestra época; el papel de las luchas de liberación nacional en la defensa de la paz mundial, el peligro de guerra constante que implica la supervivencia del imperialismo: la lucha contra el culto a la personalidad y otros, sobre la base de la Declaración de los 81 Partidos Comunistas y Obreros de 1960.
Pero dirigentes del partido comunista de China emprendieron unilateralmente la revisión de los principios de la Declaración de 1960 y terminaron por elaborar una línea particular, que han tratado de imponer por todos los medios a los partidos comunistas. Al ser rechazados sus insólitos procedimientos, los dirigentes chinos rompieron también unilateralmente relaciones con los partidos comunistas que no aceptaban su línea particular y procedieron a estimular la formación de grupos anti partido, a su servicio incondicional. Finalmente, emprendieron el ataque abierto al programa del partido comunista de la Unión Soviética, de construcción de la sociedad comunista, para culminar en una abierta campaña antisoviética que se confunde con las campañas calumniosas de los imperialistas y reaccionarios.
El partido comunista de Colombia ha mantenido firmemente sus posiciones de principio, sin arredrarse por ningún género de presiones, y, sin tomar en cuenta graves agravios y calumnias, ha planteado la necesidad de luchar por la unidad del movimiento comunista internacional. En este sentido, el X congreso reafirma el apoyo del partido a las conclusiones de la Conferencia de los Partidos Comunistas y Obreros de América Latina, de fines de 1964 y repudia, por consiguiente, toda actividad fraccional y divisionista. En desarrollo de las conclusiones de la histórica Conferencia, el partido comunista de Colombia propicia los encuentros bilaterales, multilaterales y las reuniones que sean necesarias de todos los Partidos Comunistas y Obreros, así como la unidad de acción de todos los partidos marxistas-leninistas contra el enemigo común, imperialismo yanqui y sus asociados.
Se hacen cada día más agudas las contradicciones y deformaciones de la sociedad colombiana en el desarrollo de la crisis de estructura del país.
La única salida efectiva de esta crisis estructural es la liquidación de obstáculos que impiden los cambios económicos, sociales y políticos que necesita el país, para terminar con el monopolio latifundista de la tierra y modernizar la agricultura y para impulsar el desarrollo independiente de Colombia, mediante una industrialización planificada, como requisitos para abrir la vía a las grandes transformaciones socialistas que exige nuestra época.
El ritmo del desarrollo capitalista en el país sigue siendo limitado y contradictorio y en este desarrollo predomina el de los sectores dominados por el capital financiero norteamericano, aunque ciertos capitales europeos comienzan a jugar un limitado papel. Entre tanto, se viene reduciendo la influencia del capital nacional y se hace más inestable y vulnerable a la penetración imperialista toda la estructura económica colombiana.
El predominio del sector granburgués en estrecha compenetración con los intereses imperialistas, aumenta continuamente, mientras se acelera el empobrecimiento absoluto y relativo de las grandes masas populares y el proceso de ruina de los sectores pequeños y medianos de la industria nacional.
Un desarrollo capitalista contrahecho y deforme ahonda más y más las diferencias entre los sectores monopolistas (extranjeros y nacionales) y el pueblo colombiano, lo que ahonda da lucha de clases y eleva la lucha de liberación nacional hacia etapas superiores, haciendo más urgente la solución de la crisis estructural.
Ante el temor que infunde a los opresores del pueblo el ejemplo de la revolución cubana y el creciente descontento de las masas, el imperialismo yanqui ha puesto en acción nuevas tácticas, tratando de apoyarse Principalmente en la gran burguesía, sin dejar de apoyarse también en atores semifeudales. Tales tácticas se concentran en las ofertas de la “alianza para el progreso”, de la cual son expresiones la llamada “reforma social agraria”; los planes de vivienda, alcantarillados y aulas escolares; las juntas comunales dirigidas frecuentemente por los espías de los cuerpos de paz, la acción cívico-militar para adormecer el espíritu de lucha del campesinado y preparar, las ofensivas de aniquilamiento, la limosna de los paquetes de alimentos importados y otras semejanzas.
Los hechos demuestran que se trata, con esa política engañosa, de asegurar la dominación del imperialismo yanqui en lo económico y político, por lo cual todas las aparentes ayudas están codicionadas a exigencias antinacionales. La pretendida "ayuda norteamericana” se ha convertido en apretada red de dependencia financiera que obliga al país a someter su política monetaria y crediticia, sus cambios internacionales, su sistema bancario, las tarifas de sus empresas y servicios públicos y la propia elaboración de su presupuesto a las conveniencias de los prestamistas yanquis.
La “reforma social agraria” se ha limitado a compraventas que favorecen a terratenientes, en la adjudicación de algunas parcelas a pequeños agricultores que estaban en disputa con supuestos propietarios o en baldíos nacionales y a mejoras en ciertas regiones, que no tocan el problema fundamental de la tierra.
Entre las nuevas formas de penetración imperialistas figuran destacadamente las corporaciones financieras, que manejan grandes créditos sin participar directamente en la producción y mediante las cuales los imperialistas yanquis disponen de grandes capitales y ejercí influencia en la industria.
El país sigue dependiendo del café como artículo fundamental de exportación. Los precios bajos del café siguen representando uno de los más gravosos tributos que paga el país a la dominación imperialista. Las grandes posibilidades del comercio con los países socialistas son aprovechadas solo en mínima escala, por la política de obstaculización que a tan benéfico intercambio para el país oponen los agentes norteamericanos en todo el aparato del Estado. La campaña por relaciones amplias y estables, por intercambio comercial múltiple con los países socialistas es cada vez más importante en la acción del pueblo colombiano contra las restricciones económicas y la dependencia del mercado monopolista yanqui.
La política económica de la oligarquía gobernante tiene como mira principal garantizar y elevar las ganancias de monopolios a los inversionistas yanquis ya los altos círculos financieros nacionales. Por tanto, es una política opuesta y contraria a los intereses del pueblo y de la nación colombianos. Esta política antipopular y antinacional se expresa en hechos como las devaluaciones sucesivas del peso colombiano, por exigencia del Fondo Monetario Internacional, que significan siempre un grave impacto en el nivel de vida del pueblo y una transferencia de riquezas a favor de los más poderosos capitalistas. Simultáneamente, el gobierno oligárquico recurre a las emisiones inflacionarias, destinadas principalmente a financiar los déficits del presupuesto a otorgar facilidades crediticias a las grandes corporaciones.
El presupuesto nacional refleja claramente esas tendencias antinacionales y antipopulares, como se observa en el constante crecimiento de las partidas para atender la “deuda pública” con los prestamistas norteamericanos en las monstruosas partidas de "orden público", para la represión contra el pueblo.
Semejante política se realiza mediante una constante ofensiva oligárquica contra los intereses de los trabajadores, paralela a las medidas de represión contra el movimiento popular. Esta ofensiva se expresa en la carestía y constante elevación del costo de la vida, en la baja del salario real, en el aumento de la desocupación, en los ritmos más intensos de trabajo, en el empeoramiento de la situación del campesinado y en la ruina de muchos pequeños industriales, comerciantes y artesanos.
Contra esa ofensiva oligárquica hay que estimular las luchas de las masas trabajadoras, por la defensa del nivel de vida del pueblo y por el mejoramiento de sus condiciones de trabajo. Esta orientación exige desplegar en amplitud y profundidad una serie de luchas reivindicativas y utilizar formas de organización flexibles que tengan en cuenta también el descontento de las capas medias contra el poder de los monopolios y las diferenciaciones de la burguesía en relación con el sometimiento a las exigencias imperialistas norteamericanas.
Esta lucha no se contrapone a las consignas revolucionarias, sino que hace parte del gran proceso por la unidad y movilización populares. Las consignas más importantes para orientar y estimular estas luchas se pueden sintetizar en las siguientes;
1. Por mejores salarios y prestaciones sociales.
2. Por salarios mínimos suficientes en el campo y jornada agraria de ocho horas.
3. Contra la política tributaria que grave el consumo de las grandes masas.
4. Por inmediata entrega de tierras adecuadas a los campesinos trabajadores y por precios de sustentación para los productos agrícolas.
5. Contra el cierre de fábricas y empresas, ocupación, control y dirección de estas por parte de los trabajadores
6. Lucha por la estabilidad de los trabajadores, contra los métodos de superexplotación y por la eliminación de la causal de despido por supuesta “falta de rendimiento en el trabajo”.
7. Contra el monopolio urbano de la tierra, por soluciones efectivas al problema de la vivienda.
8. Por un control de precios popular, que castigue efectivamente a especuladores y acaparadores.
9. Por la nacionalización del petróleo y demás riquezas naturales.
10. Por una política cambiaría de protección del peso colombiano y contra las imposiciones antinacionales del Fondo Monetario Internacional.
11. Contra las remesas al exterior de los dólares de exportación petrolera, de las ganancias de inversionistas extranjeros y del servicio de deuda pública.
12. Por prelación en el presupuesto nacional a los gastos productivos y reducción vertical de los gastos de funcionamiento dedicados a la alta burocracia.
13. Por amplias relaciones con los países socialistas, que incluyan no solo trueque por café, sino también por otros productos colombianos, de equipos, maquinarias, ayuda técnica y asistencia para la industrialización del país.
El proletariado colombiano crece continuamente, pero la elevación su conciencia de clase no guarda proporción con ese crecimiento.
El crecimiento numérico de la clase obrera no se refleja orgánica-mente, por causa de la división del movimiento sindical y por las insufi-ciencias del sector obrero independiente. Ello plantea grandes tareas por a unidad y la organización de la mayoría de los trabajadores.
¡La división del movimiento obrero es una política del gran capital extranjero y nacional, en la que utiliza el aparato del Estado y la alta jerarquía de la Iglesia y en la que invierte grandes sumas de dólares y pesos para el soborno de jefecillos mercenarios! El imperialismo yanqui trabaja activamente por penetrar aún más en nuestra clase obrera, a través de entidades como la ORIT y CIOLS, por medio de su aparato propagandístico, de sus llamados cursos de capacitación de visitas y viajes a Estados Unidos para directivos sindicales. Además de las centrales sindicales oficialistas, los monopolios yanquis financian también aparatos de tipo industrial por ramas profesionales.
Además del movimiento obrero controlado por las centrales oficialistas CTC y UTC y del que sigue a Confederación Sindical como factor unitario, hay sectores sindicales que no pertenecen a ninguna central, ni siquiera a los bloques independientes, lo que señala el fraccionamiento de la clase obrera y el nacimiento de nuevas tendencias
La lucha de clases se ha profundizado y se hace más encarnizada en Colombia. El espíritu combativo se ha elevado en muchos sectores obreros y se incorporan a los combates huelguísticos amplios núcleos de trabajadores al servicio de instituciones del Estado.
Aunque el arma hasta ahora más afilada del gran capital contra el proletariado ha venido siendo la política divisionista, también utiliza la represión por medio de las armas oficiales contra los movimientos huelguísticos, al estilo de la matanza de los huelguistas de cemento El Cairo, en Santa Bárbara En las nuevas condiciones de represión, los patronos de grandes empresas, tomando como pretexto la mal llamada “defensa civil”, están montando en las factorías, y especialmente en los ingenios azucareros, cuarteles y cárceles; organizan grupos armados, instruidos por oficiales del ejército que figuran como empleados, con el propósito de implantar la violencia contra los trabajadores y destruir sus sindicatos. En diversas regiones agrarias, la ocupación militar y el virtual estado de guerra contra los campesinos niegan en la práctica el derecho de organización de las masas.
El gran capital apoyándose en el divisionismo, cuando no puede impedir las huelgas las convierte sistemáticamente en conflictos de larga duración, con el propósito de hacer capitular por hambre a los obreros y escarmentar a todo el proletariado. Aunque por lo general en estas huelgas prolongadas los obreros se mantienen firmes y terminan por imponer sus reivindicaciones con grandes esfuerzos, ha surgido la tendencia en algunos sindicatos hacia la transacción de los pliegos, de peticiones en cualquier forma, con el argumento de que es mejor arreglos mediocres que huelgas prolongadas. Hay que combatir semejante tendencia que, de extenderse, podría hacer descender el espíritu de lucha en una serie de sectores obreros.
El movimiento sindical independiente, con su central en construcción, para convertirse en decisivo factor unitario, tiene que actuar con dinamismo al frente de todas las luchas reivindicativas, ampliar sus tareas de organización y enfrentar la lucha ideológica y práctica, de un lado contra legalismo y el economismo y del otro contra el sectarismo y el extremismo aventurero. Todos los sectores independientes tienen la gran tarea de superar la estructura anacrónica del movimiento sindical colombiano a fin de que se organicen, por encima de las trabas oficiales, grandes sindicatos o federaciones por industria, superando el gremialismo estrecho.
Contra la política imperialista y capitalistas de división del moví miento obrero, nuestro partido mantiene la consigna orientadora de lucha por la unidad de acción de la clase obrera.
La unidad de acción de la clase obrera, basada en la solidaridad con todas las luchas proletarias y populares, es la política más adecuada para desenmascarar y derrotar finalmente el divisionismo sindical, que alientan y financian los explotadores. Es también el camino seguro que conduce a la futura unificación orgánica de la gran fuerza obrera colombiana, aún dividida y dispersa. Además, hay que tener en cuenta que sin avanzar por el camino de la unidad de acción de la clase obrera no se podrían plantear soluciones democráticas a corto plazo.
La alianza obrero-campesina, que ha tenido expresiones importantes, aunque insuficientes, es la fuerza motriz de la revolución colombiana. Para que se consolide y avance con más ímpetu es indispensable estimular la solidaridad reciproca de obreros y campesinos en todas sus acciones, campañas y luchas reivindicativas y revolucionarias.
Ante el crecimiento vertical de la desocupación es necesario impulsar la formación de un movimiento nacional de trabajadores desempleados, para que se organicen y actúen, apoyados en el movimiento sindical donde sea posible, para exigir a las autoridades la apertura de nuevos frentes de trabajo y la realización de las obras de progreso que reclaman los municipios, sobre la base de invertir en ellos los enormes fondos que se malgastan criminalmente en las operaciones militares contra regiones campesinas y los gastos improductivos que consume la alta burocracia.
El hecho más importante de los últimos tiempos en Colombia, que constituye un cambio de calidad, es el surgimiento del movimiento guerrillero campesino, en una nueva y superior etapa de lucha revolucionaria.
Este movimiento guerrillero, en proceso de consolidación y de ascenso, ha surgido como justa réplica popular a la política de terrorismo oficial que ha establecido la pena de muerte sin fórmula de juicio y ha lanzado las fuerzas del ejército en ofensivas de aniquilamiento contra diversas regiones campesinas, con lemas reaccionarios, bajo la asesoría de la misión militar yanqui y en cumplimiento de los planes imperialistas de “guerra preventiva” contra el movimiento revolucionario, al estilo del “Plan Laso”.
En Colombia se abre una vía revolucionaria original, basada en la utilización de todos los métodos y formas de lucha de masas, combinadas según las condiciones concretas regionales y generales. La guerra campesina de guerrillas es una de las formas más elevadas de la lucha de masas y solo se consolida y avanza donde tiene carácter masivo.
Actualmente, aunque la guerra campesina de guerrillas no sea aún la forma principal de lucha, SÍ es cada día más importante, porque, constituye la más efectiva respuesta popular a la política de violencia del régimen oligárquico y a la intervención creciente del imperialismo yanqui El movimiento guerrillero se consolida y se amplía en una serie de regiones campesinas, pero la gran mayoría del pueblo sigue utilizando como forma principal de lucha la acción de masas, cada vez más amplia, variada y enérgica, que se expresa en las huelgas obreras y estudiantiles, en movilizaciones y grandes paros cívicos, así como en la ocupación de terrenos urbanos ociosos para resolver el problema de la vivienda en alguna forma y en la ocupación de latifundios improductivos por los campesinos. La combinación adecuada de todas las formas de lucha de masas es y será seguramente la esencia misma de toda nuestra táctica. Pero a medida que se profundice el conflicto de clases y avance el movimiento de liberación nacional, ante la represión y la creciente intervención del imperialismo yanqui, la lucha armada popular se convertirá en la forma principal, como factor decisivo para la toma del poder por el pueblo. De hecho, en las zonas agredidas en desarrollo de los planes de los militaristas yanquis, la acción guerrillera se ha convertido en la forma principal de lucha de las masas campesinas.
El movimiento guerrillero tiene ahora un contenido revolucionario y antimperialista consciente, un carácter nacional liberador y se plantea como objetivo superior la toma del poder por las fuerzas populares y patrióticas, para realizar los cambios revolucionarios que reclama la crisis de estructura.
La lucha armada se desarrolla en Colombia, en su modalidad campesina guerrillera, aún antes de que se pueda definir una situación revolucionaría en el país, porque el movimiento campesino revolucionario no puede permitir pasivamente la destrucción violenta de sus organizaciones. Y a la agresión armada del enemigo de clase opone la acción guerrillera, que resulta invencible cuando brota de las masas, toma en cuenta sus intereses y se guía por los principios del marxismo-leninismo. A su vez, la acción guerrillera ayuda a crear algunos de los factores subjetivos indispensables para que dé una situación revolucionaria pueda surgir triunfante la revolución colombiana.
La política de autodefensa de masas, preconizada por nuestro partido, ha sido y es justa en lo fundamental, Pero no es practicada consecuentemente en algunas regiones y en los centros urbanos no guarda relación con las nuevas condiciones. Tales deficiencias tienen que ser superadas en el proceso de lucha contra la política regresiva y la militarización del país, en que se ha comprometido definitivamente el régimen oligárquico.
La transformación de la autodefensa de masas en vigorosos movimientos guerrilleros, en las circunstancias creadas por la ofensiva sistemática y en gran escala contra regiones campesinas por parte de las fuerzas armadas oficiales en cumplimiento de los planes militaristas yanquis, es el desarrollo correcto de toda nuestra concepción de las luchas revo-lucionarias, en las condiciones colombianas. Al mismo tiempo, la combinación de todos los métodos de lucha, destacando al plano principal aquel que corresponda a cada situación concreta, es una interpretación fiel de la ideología marxista-leninista y una consecuente aplicación de ella al proceso social de nuestra patria.
La atroz violencia oficial y la magnitud de las operaciones de aniquilamiento de la “guerra preventiva” de origen imperialista yanqui contra una serie de regiones campesinas, así como el correspondiente surgimiento del movimiento guerrillero, plantean grandes deberes de solidaridad popular. Se trata de solidaridad política y práctica con los combatientes revolucionarios, de solidaridad efectiva con las familias campesinas exiliadas que lo han perdido todo y que necesitan la ayuda fraternal de las fuerzas obreras, populares y democráticas para no depender de la humillante caridad de sus propios verdugos. La creación de un amplio movimiento de solidaridad es una de las tareas más importantes y urgentes que plantea la nueva situación.
Estarnos en medio de la crisis de todo el sistema oligárquico-paritario, cuya caída y substitución por sistemas que abran la vía hacia la democracia y la liberación nacional es la única salida efectiva para el país.
Pero la gran burguesía y sus aliados reaccionarios, así como sus amos ^penalistas yanquis, buscan también una salida de la crisis política e institucional.
En el seno del régimen del desarrollado la tendencia regresiva, que ha llegado al borde mismo del “golpe de estado desde adentro”, con la declaratoria y mantenimiento indefinido del estado de sitio, para recortar más y más las Libertades públicas e instaurar en la práctica una franca, dictadura oligárquica.
El aspecto más sanguinario de esa tendencia regresiva lo constituyen las operaciones militares de arrasamiento contra las regiones campesinas los fusilamientos sin formula de juicio de revolucionarios y las torturas. Al mismo tiempo, el gobierno viene atacando sistemáticamente los derechos de organización, de manifestación, de huelga, de prensa, de cátedra libre, de la inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia, que es necesario defender y utilizar por parte de las fuerzas populares.
Las oligarquías paritarias están montando un monstruoso aparato represivo a la sombra del estado de sitio, con los decretos que establecieron los consejos verbales de guerra para juzgar supuestos delitos “contra el régimen constitucional y contra la seguridad interior del Estado” y para militarizar al país entero, otorgando a los altos mandos militares poderes omnímodos sobre todos los hombres y mujeres que han quedado sometidos a sus órdenes de movilización total o parcial y de participación obligatoria en la llamada defensa civil.
Ante semejante tendencia regresiva, cobra cada vez mayor importancia la lucha por las libertades públicas y los derechos democráticos y humanos, como un medio para impulsar acciones de masas cada día más amplias y para desplegar las fuerzas populares en la lucha por los cambios revolucionarios que requiere el país.
El militarismo viene aumentando continuamente su influencia en el gobierno y en todo el aparato del Estado. Si los planes continuistas del sistema oligárquico fallaren por algún aspecto, está montando el dispositivo para tina dictadura militar, como solución de recambio de los sectores antipopulares y antinacionales.
El militarismo es el principal instrumento de la opresión imperialista yanqui sobre nuestro país y el brazo armado de las oligarquías movimiento popular. Por eso nuestro partido ha estado y está contra los golpes militares regresivos y pone en guardia contra toda solución militarista de la crisis política. Pero, al mismo tiempo, nuestro partido comunista establece una diferenciación entre los altos mandos oligárquicos, sometidos incondicionalmente al militarismo yanqui, y los soldados, suboficiales y oficiales de tendencias democráticas y patrióticas que pueden ponerse al lado del pueblo y jugar importante papel en la lucha por la liberación nacional. Ayudar activamente a ese necesario proceso de diferenciación en las fuerzas armadas es tarea muy importante para todos los revolucionarios y patriotas colombianos.
Las antiguas fronteras ideológicas entre liberales y conservadores se han ido desdibujando paulatinamente; para abrir paso a la identidad de intereses de la gran burguesía, de un sector terrateniente y de los agentes del imperialismo yanqui, que constituyen en la práctica el partido de la oligarquía gobernante. Esa coalición de clase se propone mantener sus privilegios y seguir administrando sus enormes intereses por medio del sistema paritario, en cuya permanencia y “revitalización” están empeñados sus dirigentes.
Pero el descontento popular se hace más amplio y profundo. El anhelo de un cambio se generaliza. Nos corresponde la tarea de estimularen las masas la conciencia de que ese cambio debe ser de fondo. El régimen oligárquico paritario, por grande que llegue a ser su impopularidad, no se derrumbará por sí solo, sino, que es necesario que un movimiento popular lo derribe, para avanzar por el camino de la liberación nacional y la democracia efectiva, a través de todas las luchas reivindicativas y políticas, por la ruptura del estado de sitio y por las libertades para el pueblo.
Este gran cambio histórico no se logrará por medio de conspiraciones terroristas ni de hazañas individuales. El único camino para imponerlo es por medio de un gran movimiento popular, de un frente patriótico de liberación nacional, del más amplio frente único, basado en la alianza obrero-campesina, con la activa participación de las capas medias de población, estudiantes, intelectuales, técnicos y militares democráticos.
Mientras permanezca en pie el sistema paritario bipartidista de las oligarquías, no hay posibilidad de cambios democráticos profundos y las reformas adjetivas que preconizan actualmente algunos personeros de este sistema apenas encaminados a sacarlo de la encrucijada, para que funciones más eficazmente en beneficio de las clases explotadoras.
En el marco de hierro de un sistema como el paritario bipartidista el pueblo no podrá influir radicalmente utilizando la vía electoral, pero en los llamados debates electorales se debe participar cuando las circunstancias permitan utilizarlos para combatir y minar al mismo sistema antidemocrático, en desarrollo de una efectiva política de aliados.
Los comunistas tenemos planteados objetivos y tareas mucho más importantes que las elecciones paritarias y alternacionistas de los 2 partidos tradicionales, cuyos resultados fundamentales están resueltos de antemano. Pero no despreciamos ninguna forma de lucha y estamos dispuestos a seguir utilizando los debates electorales contra el sistema actual, según las condiciones y circunstancias concretas. Lo importante es que todos los medios de lucha sean utilizados para fortalecer la corriente de unidad que conduzca a la formación del gran frente patriótico de liberación nacional.
En el desarrollo de la crisis política pueden estar creándose las condiciones de una situación revolucionaria. El leninismo enseña que la revolución, sin embargo, no surge automáticamente de toda situación revolucionaria. La revolución irrumpe cuando, a los cambios objetivos, vienen a sumarse ciertos factores objetivos, que dependen de la conciencia y la voluntad de los hombres. El más importante de estos factores subjetivos para nosotros es un partido comunista fuerte, unido, ligado a las amplias masas populares, firme en las posiciones del marxismo-leninismo y resuelto a convertirse en elemento revolucionario determine, junto con sus organizaciones auxiliares, la juventud comunista en Primer término.
Este partido comunista de masas se forja en la acción revolucionaria y en la combinación acertada de todos los medios y formas de lucha, con la simultánea difusión sistemática de los postulados programáticos del partido y la preservación de sus principios y línea táctica contra todas las desviaciones oportunistas.
El partido debe proseguir su firme lucha ideológica contra las funestas tendencias “ultraizquierdistas”, que se caracterizan por la fraseología revolucionaria hueca, sin fundamento en la realidad colombiana; por tesis dogmáticas sobre la vía armada como única forma de lucha digna de revolucionarios, acompañadas en la práctica por la pasividad oportunista ante el imperialismo yanqui y sus instrumentos oligárquico-militaristas; por el desprecio hacia las luchas reivindicativas de las masas trabajadoras y hacia las actividades políticas que puedan adelantarse en forma abierta y legal.
Hay que adelantar una paciente lucha ideológica contra las tendencias que tratan de menospreciar las luchas actuales y el papel histórico de la clase obrera, para enaltecer a sectores pequeñoburgueses como fuerzas supuestamente destinadas a dirigir la revolución colombiana.
Al mismo tiempo, hay que combatir permanentemente el oportunismo de derecha, que se expresa en el movimiento obrero y en nuestras propias filas, como un reflejo de la influencia ideológica burguesa.
En las filas comunistas actualmente la tendencia oportunista de derecha se expresa en tentativas de acomodamiento al sistema bipartidista-paritario, en menosprecio a tareas decisivas de construcción del partido y de la autodefensa de masas, en degeneración de la política de aliados para practicar el seguidismo incondicional. Se trata en realidad de tendencias liberalizantes, que ocultan al partido en el seno de otros movimientos, que estorban la preparación de nuestras organizaciones para tiempos difíciles y para formas de lucha más elevadas y que inclusive frenan, cuando pueden, la combatividad de las masas populares.
Lo decisivo es avanzar en la construcción del partido comunista de Colombia, de un partido cada día más vigoroso, más templado en la lucha de clases y en la lucha antimperialista, así como en el combate ideológico contra las influencias extrañas y las desviaciones “izquierdistas” y derechistas.
El programa del partido aprobado por el X congreso es un importante documento ideológico no solo para la educación de los comunistas, sino también para la movilización de masas cada día más grandes, a las cuales hay que llevarlo sistemáticamente, para que ejerza el papel histórico de guía e inspirador de nuestro pueblo en la honrosa lucha por ;a democracia, la liberación nacional y el socialismo.
Enero 28 de 1966.